Sunday 17 July 2016

LA SOMBRA DE “EL PORTEÑAZO...” GD. Oswaldo Sujú Raffo.

               LA  SOMBRA  DE  “EL  PORTEÑAZO...”
                                         GD. Oswaldo  Sujú  Raffo.

El próximo 2 de Junio se cumplen 47 años de la rebelión militar, funestamente conocida como “El Porteñazo”. En esta importante y estratégica ciudad, muy ceñida a nuestra Historia, ocurrió el enfrentamiento armado de mayor envergadura de los últimos tiempos, solo superada por la sangrienta  batalla que, en sus calles, diera el general Antonio Paredes en 1899  en defensa del gobierno de Ignacio Andrade. El caso de “El Porteñazo” al igual que “El Carupanazo” presentan un denominador común: La catequización ideológica procomunista de oficiales de nuestra F.A.N; la presencia de notables lideres del PCV y del MIR capturados en el sitio de los hechos y una estrategia política en acuerdos con la subversión rural y urbana, alentada y logísticamente apoyada por el régimen de La Habana. Describir lo sucedido en estas 72 horas de terror, nos llevaría muchas páginas, lo cierto es que no se ha dicho toda la verdad  y nadie puede precisar la cifra exacta de las víctimas . El Batallón de Infantería de Marina N. 2 fué sublevado por oficiales que tomaron parcialmente la Base Naval y al Destructor Zulia, anclado en el muelle por reparación. Fueron detenidos   casi la totalidad de la oficialidad y luego se movilizaron hacia la ciudad para establecer líneas de defensa, incrementadas por civiles armados y por los guerrilleros recién  liberados del Castillo Libertador. El gobierno reaccionó rápidamente y antes de que los rebeldes se extendieran fuera del área de la ciudad,  hacia San Felipe, Morón y Las Trincheras según sus planes, entraron en acción conjunta las tropas del Batallón “Carabobo 41”, reforzado por Compañías de fusileros de los Batallones “Piar 31”, “Girardot 32”, Paracaidistas “Aragua”, una compaña de tanques AMX-13  del “Bravos de Apure”, una Bateria de Artillería del “Grupo Salom”, pelotones de la Policía Militar,  el Destafac 55 con unidades del Destafac 57 y el Móvil. Estas unidades de tierra contarían con el apoyo de una escuadrilla  de bombarderos Camberras, Vampiros y Sabre Jet F-86 de las Fuerzas Aéreas. Con instrucciones de dominar en el menor tiempo posible la insurrección, evitando la posible propagación a otras Guarniciones, las fuerzas leales al Gobierno actuaron de manera enérgica y antes de las 48 horas estaba tomada la ciudad. Esa pesadilla de horas que debió parecer una eternidad para el pueblo porteño, puso en evidencia el coraje, solidaridad y espíritu de sacrificio del venezolano. La actitud del T.F Justo Pastor Fernández Márquez, quien vestido de sacerdote y acompañado por dos marineros pudo liberar a los altos oficiales de la Base Naval, detenidos al comienzo de la insurrección y lograr luego el apresamiento de los tres lideres de esa conspiración. La valentía de nuestros soldados, de ambos bandos, por su sacrificio ante la causa justa y ante el engaño, la reciedumbre de nuestra oficialidad ante la difícil situación de combate en localidades, la  inmolación del pueblo porteño atrapado entre dos fuegos y  ese ejemplo de abnegación y servicio al prójimo del Monseñor Luis María Padilla, Capellán de la Base Naval quien, a riesgo de su propia vida, auxilió a los moribundos y les otorgó la absolución. Su imagen en la masacre de La Alcantarilla, auxiliando al Cabo 2. Pedro Garcés, del Batallón Piar 21, le dió la vuelta al mundo y ganó el Premio Pulitzer, foto tomada en el sitio por el arriesgado fotógrafo Héctor Rondón. Así como también , el fotógrafo José Blasco y tantos otros héroes anónimos, plasmaron en sus cámaras lo dantesco de “El Porteñazo”, en medio de una constante lluvia de mortíferas balas, en calles sin luz y bajo un pertinaz aguacero. Solo queda la recordación  de un suceso triste que volvió a repetirse un 4 de Febrero y un 27 de Noviembre de 1992, es decir 30 años después.
Lo paradójico de éste capítulo de nuestra Historia, es que quien motivó este enfrentamiento fraticida en Puerto Cabello, es el mismo que alimentó y apoyó con milicianos, armas y otros recursos la subversión rural y urbana de la décadas del 60 y 70, que ensangrentaron al país y vistió de luto a la familia venezolana. Es el sátrapa Fidel Castro quien se ha entrometido en las Instituciones nacionales y quien hoy sustenta su oprobioso régimen, con los recursos que le regalan desde Miraflores, su pupilo y eterno admirador.

La Historia nunca pasa, siempre está latente como enseñanza de lo que debe ó no ser. Ya se debe haber aprendido la lección, en esta Venezuela tuya, mía y nuestra. La Patria es primero. Fuera los chulos invasores. Hasta luego !!

Friday 15 July 2016

No te perdono, Chávez Por: Carolina Jaimes Branger

No te perdono, Chávez
Por: Carolina Jaimes Branger
Hace tres días me despedí una vez más de mi hija menor. Y cada vez que me despido me duele más. Me duele porque como bien lo definió mi amiga Elizabeth Fuentes, soy una madre huérfana. Me duele porque siento que mi hija está mejor fuera que en nuestro país, cuando hubiera querido que ella viviera, como varias generaciones de sus antepasados, en Venezuela.
Me duele porque cuando las cosas mejoren -que van a mejorar- tal vez ella ya haya echado raíces en otra parte y no regrese. Me duele porque si se casa y tiene hijos, mis nietos vivirán en otro lugar. Los veré crecer a través de la pantalla de una computadora. Los podré abrazar muy de cuando en cuando. Venezuela será para ellos una referencia lejana de donde yo, su abuela, llegará a darles amor. Alguien exótico que cuando se va, llora como una Magdalena.
Mi hija, como tantos otros jóvenes venezolanos, se fue a buscar futuro a otra parte. El futuro que Chávez le destruyó. Y eso no te lo perdono, Hugo Chávez. Destruiste a Venezuela. La destruiste físicamente, pero aún peor, la destruiste moralmente.
Llegaste lleno de odio a vengar quién sabe cuántas humillaciones (porque no me cabe duda de que has debido ser humillado), pero pagamos todos por las culpas de pocos. Tuviste la oportunidad y el dinero –que casi nunca vienen juntos- de convertirnos en el mejor país del mundo y lo volviste leña.
Lo peor es que te moriste a tiempo: en el inconsciente colectivo no apareces como el responsable de esta debacle, cuando cada tragedia venezolana tiene tu impronta, es tu responsabilidad, lleva tu firma.
No, no te lo perdono, Chávez. No te perdono que hayas usado la corrupción como arma para dominar, cuando contradictoriamente llegaste a la presidencia prometiendo acabar con ella. Ese tumor del que hablabas en la campaña electoral, ése que ofreciste extirpar como un experto cirujano, creció y se comió lo mejor del país durante los años de tu gobierno.
No te perdono que hayas desvalorizado algo tan importante como el trabajo. Que les hayas metido en la cabeza a quienes no tenían que lo que no tenían era porque otros se lo habían quitado, cuando la mayor parte de las fortunas viejas venezolanas provienen del trabajo honesto de quienes las forjaron.
No te perdono que te hayas hecho el loco ante el robo descarado de tus panas militares y comunistas, de empresarios sin escrúpulos que han ganado en cada contrato lo que no hubieran ganado en toda sus vidas. No te perdono la hipocresía de tu discurso frente al grosero enriquecimiento de tu familia.
No, Chávez, no te perdono. No te perdono que hayas usado la inseguridad como estrategia, porque esas estrategias, como los boomerangs, terminan yéndose de las manos y regresando a golpear la frente de quienes los lanzaron. ¡Cuántas madres lloran a sus hijos asesinados por las huestes que armaste! ¡Cuántos niños han quedado huérfanos! ¡Cuántos jóvenes mutilados! ¡Cuántos ancianos desvalidos!
No te perdono que hayas tratado de resolver las injusticias que existían con más injusticias. Las inequidades creando otras inequidades. Los resentimientos alimentando nuevos resentimientos. No te perdono que hayas usado el poder para eternizarte, para nutrir tu megalomanía, para endiosarte.
No te perdono este dolor de madre huérfana que siento, porque todo ha sido por tu culpa, por tu culpa, por tu grandísima culpa. No te perdono. No te perdono. ¡No te perdono